Sueños de un demonio - Capítulo XIX




Capítulo XIX
Pequeñas historias, pequeños objetos


El sendero de árboles que llevaba hasta el pueblo estaba a punto de terminar, pero Kyo no dejaba de mirar de un lado a otro. Sentimientos confrontados invadían sus pensamientos : por un lado caminaba Rufus, tan serio que lo ponía nervioso, más atrás, alejado pero constante estaba Cuchillada, y enfrente se iba a encontrar con multitudes de gente que desconocía, y que él iba a tener que tratar...para rescatar su alma. Por otro lado, aquel pequeño camino le transmitía un gran bienestar, porque los árboles crecían libremente, y podían verse correr a los animales que moraban en ellos y a los pájaros brincar de uno a otro, y los arbustos, con sus hojas brillantes, parecían bailar bajo los rayos del sol y moverse con la ligera brisa. Y quizá lo que más le agrado a Kusanagi fue que todo estaba limpio, en su estado natural. El aire era de una calidad muy diferente al que se respiraba en la ciudad, y allí la gente no desperdigaba sus desechos por todos lados.
Como si todo estuviera de maravilla. Eso lo llevó a pensar en la interrupción tan enorme sobre las vidas de aquel mundo que tan sólo la llegada de Iori y de él habían provocado...el cambio drástico que se iba a dar sólo por que ellos fueron a parar allí.
Sentirse responsable de algo de semejantes magnitudes era incómodo y por demás preocupante, al menos para Kyo. Ignoraba cómo le estaría yendo a Iori, pero pensaba que a su modo de ser seguramente ni siquiera se había dado cuenta de este tipo de cosas y si era así, seguramente se mantendría indiferente. Sí, ese era el modo en que Yagami escapaba de los problemas, o mejor dicho, era la manera en la que les hacía frente, no preocupándose demasiado...en apariencia. Eso era lo que fundamentalmente los hacía tan distintos.
¿Cómo hablarle ? ¿Cómo empezar una conversación en esas circunstancias ? Quizá lo mejor sería partir de que ahora él comprendía el inmenso sufrimiento que Iori experimentaba con la orgía de sangre de Orochi. También le daba mucha curiosidad el tipo de persona que lo estaría cuidando. Es decir, a él le había tocado la fortuna de que su guía fuera Romeo, pero no podía siquiera pensar en alguien que estuviera al lado de Yagami...soportándolo, a como era su carácter.
Kyo volteó a ver si la bestia de Romeo todavía los seguía, y se dió cuenta de que allí estaba. Le sonrió un poco y Cuchillada ante semejante gesto paró en seco, como tratando de comprender. Fue un momento breve de consternación y entonces siguió caminando, siempre manteniendo una distancia considerable entre él y los hombres.
—Señor Rufus...¿puedo hacerle una pregunta ?
—Sí.
Kusanagi miraba al viejo y descubrió que la dureza en su rostro se había suavizado, como si ya hubiera olvidado que estaba enojado con él. Y es que al hombre le gustaba mucho convivir con los jóvenes, particularmente con Romeo, porque nunca tuvo hijos. Ya en confianza, Kyo continuó :
—¿Desde cuándo tiene Romeo a Cuchillada ?
—¿Por qué lo preguntas ?
—Quiero informarme para en adelante no cometer más imprudencias.
El hombre lo miró con sus ojos grises, con un dejo de asombro. Permaneció un momento callado, pero enseguida respondió :
—Tienes una apariencia muy inmadura. Pareciera que no te importan tanto las cosas, pero no cabe duda que estás lleno de sorpresas.
—No está del todo equivocado—respondió Kusanagi—porque en realidad apenas estoy cambiando, porque llegué a este lugar.
—Bueno...es un alivio saber eso. Creo que en tu mundo yo ya te hubiera corrido de mi casa.
Kyo rió recordando las rabietas que le hacía pasar a su padre.
—Bien...desconozco cuál sea el origen de Cuchillada, porque ya estaba bastante grande cuando el Rey Gilberto lo llevó al castillo.
Rufus pronto tomó el aire pensativo que solía tener cuando recordaba al antiguo Rey de Omega.
—En aquellos tiempos, el príncipe Romeo tendría unos cuatro años. Era un niño muy bonito, yo lo quería mucho desde que nació—el anciano atisbó una sonrisa—. Su madre lo cuidaba bastante, y lo mimaba mucho porque era el único hijo, el único que fue capaz de tener porque nunca más pudo volver a concebir. Romeo creció muy débil en su físico, y cuando jugaba con los niños siempre terminaba lastimado, lo que no hacía que desistiera. Fue desde aquel tiempo en que los pequeños de entonces lo respetaron mucho, pues aunque no era ni tan sano ni tan fuerte, siempre estaba allí, y jugueteaba con ellos en condiciones iguales. Hoy en día, sus compañeros de juegos de aquel entonces son los caballeros que usted vió en la demostración.
"De los cuales, dos murieron por mi culpa" Pensó Kyo.
—También por aquellas épocas, se volvieron muy populares los cuentos y los cantos de los juglares sobre los dragones Pesadilla. El Rey Gilberto tenía tanta gracia para contarle estas historias a Romeo que quedó maravillado, y como para él nunca había imposibles, quería tener uno. Naturalmente, nunca lo consiguió. Aparentemente olvidó esa fijación, pero de vez en cuando hacía comentarios velados al respecto, como cualquier niño...
Luego, miró al joven atento, y sonrió nuevamente
—...Digo, como cualquier niño de Ysatna. Pues bien, algunos meses después del quinto cumpleaños del pequeño Romeo, hubo una guerra entre un reino llamado Escanto y el reino de Omega, en vías de la expansión del nuestro. El resultado fue desfavorable para el Rey Gilberto y el día en que regresaron, derrotados, Cuchillada ya venía a un lado del monarca. Nadie pudo preguntar nada, Milord parecía totalmente resignado de lo que había sucedido. Las legiones de caballeros se incorporaron de nuevo a sus vidas normales y Cuchillada, sin embargo, no se apartaba del rey. Este se lo presentó a Romeo como un regalo.
—¿Como un regalo ?...Pues no lo parece.
—Oh, déjeme terminar de contarle.
—Discúlpeme.
—Romeo no quería a Cuchillada. Se le hacía feo, grande, rudo y sin gracia. Él quería un Pesadilla, aunque ya no lo decía. Pero, ¿Cómo darle ese gusto a un niño ? Un dragón no es cosa sencilla. De hecho, como ya pudo comprobar, Cuchillada tampoco lo es, pero en aquellos momentos tenía una predisposición a Romeo impresionante. El Rey Gilberto ya no se metió en el asunto, yo sospecho que lo hizo para que Romeo se acostumbrara a que no siempre iba a tener lo que él quería y porque quizá la bestia ya había hablado con él.
—Otra pregunta...¿No sabían que Cuchillada hablara ? Yo los veía pasmados cuando lo escuché que lo hizo.
—No, nadie sabía. Creo que sólo Romeo y en su momento sus padres, y considero que estuvo bien porque nadie se metía con el animal. Continuó : la relación entre el niño y la bestia no era nada buena. No lo era del lado del príncipe, que rechazaba que Cuchillada lo siguiera, y que se le aproximara. Le gritaba, le decía que no lo quería y le pegaba con sus manitas en el estómago y en el hocico. Pero lo increíble de todo es que Cuchillada nunca le hiciera nada, siempre se comportaba muy bien con él. Finalmente a Romeo se le pasó ese descontento y se habituó a su presencia, de modo que en ocasiones, cuando el niño se echaba al pasto en los jardines a jugar con lodo de modo solitario, el animal se acercaba a él, le daba una ojeada y se tumbaba a un lado. Cuando se quedaba dormido, lo limpiaba, y cuando se daba cuenta de que yo los miraba, se enojaba conmigo.
—¡Qué interesante !—Kyo volvió a mirar a Cuchillada, que aparentemente no sabía que estaban hablando de él. Rufus jamás volteó a mirarlo.
—Cuando el joven Romeo creció, las cosas cambiaron. Después intentó montarlo y darle órdenes y Cuchillada nunca obedecía.
—Con todo y el cambio de Romeo, él estaba comportándose de manera totalmente contraria a la que lo hacía cuando este era un niño...
—Exactamente. Así que todos los años que siguieron fue una sucesión de accidentes, el animal tiraba al joven, el chico lo forcejeaba, Y así hasta hace poco tiempo, que terminaron por aceptarse el uno al otro.
—¿Y qué hay de la fijación de Romeo hacia un pesadilla ?
—De alguna manera se convenció de que nunca iba a tener uno y por lo tanto decidió acostumbrarse a su bestia aunque ésta ya no tuviera las mismas ganas de que lo aceptara de antes. Por eso la relación entre los dos es muy extraña.
Apenas terminaría Rufus de decir aquello, el sendero se abrió para darles vista a un pueblo muy agradable, con murallas y una enorme puerta abierta con el escudo de la familia protectora de Kyo.


Pareciera que Pesadilla de algún modo conocía el nivel de urgencia de su amo, porque sus zancadas se hicieron más rápidas y largas, tanto que Iori apenas se podía sostener. Todavía le dolían las heridas de la espalda y del abdomen pero siempre era tan orgulloso que no se quejaba. Sigma, contrario al momento en que Yagami había llegado, no le prestaba la más mínima atención, parecía sostenerse la cabeza con dolor y en apariencia no le interesaba con quién o dónde estuvieran.
Por su parte, el pelirrojo pensaba que lo que Sigma no necesitaba era agua sino otra cosa, y tampoco veía llegar el momento de que pararan, porque tanto movimiento le hacía sentir peor. Pero tuvo una pequeña brizna de orgullo al saberse más resistente al dolor que su protector. De hecho, le estaba costando mucho trabajo aceptarlo como tal, pese a todo lo que ya se habían dicho. Yagami nunca confiaba demasiado en los extraños, por más buenas intenciones que estos tuvieran.
De pronto escuchó unos ruidos extraños, el dragón también los percibió y disminuyó  su marcha. Sigma ya estaba ausente de todo e Iori se puso en guardia. El sonido se hizo más agudo y entonces los dos miraron hacia arriba. Por encima de los árboles, una nave de tamaño mediano pasó rápidamente, seguida de unos hombres montados sobre naves individuales. Iori se sorprendió pues en un ambiente medieval no era posible que ese tipo de artefactos existieran.
—Carajo...—murmuró—En verdad que este mundo está desquiciado.
Quiso preguntarle algo a Sigma, pero este no le respondió, y Pesadilla al haber pasado las naves empezó a moverse más rápido. Yagami tocó a Sigma y estaba ardiendo.
—¡Muévete, de prisa !—Le gritó al dragón—¡Sigma está enfermo !....

Romeo abrió los ojos. No sabía con certeza cuánto había dormido después de que Cuchillada y Kyo se habían peleado. Pero de algo estaba seguro : el ambiente estaba cambiando. Lo podía sentir en el aire de la estancia, en las cosas, en el sonido del viento. El aire parecía susurrarle que Ysatna estaba triste y con miedo. Y eso lo hizo sentirse muy mal por que aunque en esta ocasión quiso incorporarse, no pudo hacerlo. Cerró los ojos y apretó los dientes de dolor.

Shingo estaba corriendo a gran velocidad acompañado de Athena y de Benimaru hacia la casa de los padres de Kyo. En su rostro, el nerviosismo y la alegría se conjugaban, mientras avanzaban agitados. Llegaron así a una casa en un barrio muy tranquilo, donde se encontraba un dojo, en el cual el señor Saisyu practicaba.
—¡¡Oigan, oigan, no es de caballeros correr adelante de una chica ! !—les gritaba Athena.
Nikaido se detuvo y la esperó, pero Shingo se adelantó a la puerta, tocando con fuerza.
—Lo sentimos, Athena, pero es que...
—¿Qué creen que yo no estoy impaciente ? hay tantas cosas que podemos descubrir...me interesa mucho conocer este mundo extraño a donde han ido a parar Kyo e Iori.
Yabuki parecía ignorarlos por completo cuando tras su insistencia salió la madre de Kusanagi.
—¿Qué sucede ? Ah, pero si es el joven Shingo.
—¡Señora, tenemos noticias ! es muy posible que vayamos a donde se encuentra su hijo.
—¿En verdad ?—La señora se llevó las manos a la boca, exclamando. Desde el fondo del pasillo, Yuki se acercó a ella y más atrás Saisyu.
—¡Shingo !—dijo Kushinada acercándose al joven—¿Es cierto ?...dímelo, estoy muriendo lentamente...
—Sí, sí, pero tenemos que ir con Kagura...
—Pero sólo deberían acudir los peleadores—dijo el padre de Kyo—, ¿qué tiene que hacer Yuki ?
—No lo sabemos con exactitud—dijo Asamiya—pero es necesario que ella venga.
—También debe de acompañarnos, señor Saisyu—agregó Benimaru.
—Lo que sea necesario....está bien.
El señor Kusanagi entró a su casa y mudó sus ropas por su tradicional traje de combate.
—El momento ha llegado—anunció. Luego se dirigió a su mujer—Querida...es posible que vayamos al encuentro de nuestro hijo, pero...todo es incierto, no tenemos idea a que nos vayamos a enfrentar, lo escuchaste de la sacerdotisa. Acuérdate de nosotros, y de que te queremos mucho.
—No digas eso, Saisyu—dijo ella, acercándose a él, apoyando su frente en su pecho—. Yo te esperaré, los esperaré, como si sólo se hubieran ido a entrenar a los campos...
—Regresaremos, te lo prometo.
Y dándole un beso en la frente a su esposa, se unió a los chicos, que ya se adelantaban.

King entró al templo de Kagura, era la primera de todos los peleadores. Iba ataviada con una camisa blanca y unos pantalones de mezclilla así como con unos tenis. Traía una mano en el bolsillo, y parecía nerviosa.
—Ya regresé, Chizuru...esto fue lo más ‘normal’ que pude ponerme para viajar.
—Creo que está bien—sonrió la sacerdotisa—dime, ¿encontraste lo que te pedí ?...
—La verdad—King agachó un poco el rostro—no lo busqué, porque lo tengo desde que se fue.
Kagura volvió a sonreír.
—Creo que te comprendo, aunque no me lo has dicho. Pensé que tenías confianza conmigo, fuimos compañeras de equipo.
—Lo siento—dijo la rubia levantando la vista—Es que no quería decirle a nadie...iban a pensar que soy una fetichista, o algo...
—Nunca pensamos que algo tan pequeño fuera a ser tan importante, ¿cierto ?
—No será importante para otros, pero sí lo es para mí...
—Dámelo. No sé exactamente para que sirve...pero tenemos que llevarlo con nosotros. ¿Estás lista ?
—Por Iori, haré lo que sea...aunque quizá nunca lo sepa.
Y King sacó su mano del bolsillo y se la extendió a Kagura, mostrando el brillo del anillo de Iori.

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