Capítulo XV
Reflexiones
King salió de la casa de Kagura con Shingo a su lado.
—Todo esto es alucinante—dijo él—. Chizuru ha
descubierto muchas cosas que nosotros jamás podríamos haber imaginado.
—Tienes mucha razón. Me ha sorprendido mucho todo lo
que nos dijo.
—Bueno, pero yo tengo la idea de que están bien. Al
menos así pienso. Y al menos en lo
personal, conociendo a Kyo, ya ha de haber hecho algunas cosas por las personas
o con las personas de ese mundo paralelo. En cambio de Iori me supongo que sólo
se ha comportado como un bravucón.
King lo miró algo molesta.
—¿Y qué te haría suponer eso ?
—Bueno—respondió Shingo, tragando saliva al ver la
expresión de la inglesa—Es que...siempre se comporta como un salvaje, sin
importar el tipo de lugar en el que esté. Con razón no tiene ningún amigo.
—Tal parece que tu maestro se ha dado cuenta antes que
todos nosotros de lo que en realidad es Iori—dijo King, caminando hacia
adelante, con paso apresurado y ya sin mirar al pupilo de Kusanagi—¿Cuánto más
es necesario que se le juzgue antes de comprender un mínimo de toda la tristeza
y la soledad que él siente ? Que si se comporta de una manera es para
defenderse del mismo mundo que el no sabe si amar u odiar. Que bajo ese duro
cascarón que tiene de aspecto, hay una buena persona...
Shingo la seguía muy de cercas, mirando con atención
el movimiento de sus labios temblorosos al hablar del pelirrojo, y no pretendió
interrumpirla.
—Lo siento. Perdóname, King. No fue mi intención
molestarte de ese modo.
—No, no es eso...—dijo ella deteniéndose, mirando al
suelo, mientras que Shingo se paró delante de ella—. Es que...es que todos los
peleadores del KoF tienen esa idea de él. Yo la tuve en su momento. Pero las
pocas veces que he entablado una conversación con Iori, me ha parecido que todo
el esquema mental que tenía alrededor de él se desmorona para dar paso a
alguien totalmente distinto. ¿Comprendes ?
—No del todo, pero creo que tienes razón, de cualquier
manera. Kyo, a su modo, también ha experimentado muchos sufrimientos, pero su
carácter le ayudó siempre a tener amigos que le reconfortaran y apoyaran. Iori
era algo así como un lobo solitario, y en ese sentido creo que mi maestro
encontró el hilo negro, la similitud en lugar de la diferencia.
La rubia lo miró pasmado, en realidad, Yabuki estaba
hablando con mucha elocuencia, cosa que ella nunca antes le había encontrado.
Siempre lo había visto como a un niño
grande.
—Eso fue precisamente—agregó King, y siguió
caminando—. Kyo comprendió que la raíz de sus peleas ya estaba pudriéndose, y
en búsqueda dentro de sí mismo, dió con el sufrimiento de Iori, lo que lo ha
orillado a tratar de arreglar las cosas.
Shingo caminó silenciosamente a un lado de ella,
mirando a los transeúntes, sus actitudes y sus movimientos, todo como si se
desarrollara en cámara lenta, y evocaba muchos pensamientos pasados y
presentes.
—¿Por qué el hombre siempre tiende a buscar
diferencias ? Nunca busca lo que nos une como humanos, sino lo que nos
hace diferentes, y entonces empiezan los problemas. Y en la búsqueda de la paz,
siempre hay obstáculos.
—Siempre—murmuró King—. En búsqueda de la paz...y del
amor...
—Creo que estamos abriendo nuestros ojos—concluyó
Shingo—. Ojalá a todos nos pase igual.
—Al menos espero...—comentó ella, desviando el
tema—que si están juntos ahora, no se estén peleando entre ellos...digo, nunca
dijeron formalmente que hablarían.
—Y yo espero que no se hayan encontrado de nuevo con
esas bestias—completó Yabuki.
—Creo que ya hasta les tengo algo de envidia—dijo la
rubia, riendo y agarrando a Shingo de la cabeza—. Quisiera conocer mundos
nuevos, y diferentes a este.
—Hey, suéltame—dijo el joven riendo también.
Pero King lo agarró del cuello y le frotó la cabeza
con los nudillos mientras se carcajeaban.
Ya la luz de la media tarde caía sobre los campos que
se mostraban en toda su extensión. El primero que salió de la posada fue Sigma,
que se acomodó un poco el largo cabello mientras caminaba, e Iori iba detrás de
él, cubierto del cuerpo con una cobija, pues al menos sus prendas superiores
habían quedado completamente inútiles. Al salir completamente al exterior, estrechó
los ojos, el sol era muy intenso, a él siempre le había molestado, sin embargo
el calor que sintió le resultó delicioso para sus heridas. Sigma intercambió
unas cuantas palabras con el posadero y se acomodó su armadura. Yagami lo miró
pensando que una persona como él bien podía ser muy vanidosa, y no obstante, el
caballero nunca mostró ese comportamiento, aún y a pesar de que era el objeto
de cuanta mirada femenina se cruzara en el camino. Lo que Yagami no sabía era
que él también era visto de esa manera, y aunque en otras circunstancias eso le
hubiera parecido divertido o patético, de acuerdo a su humor, en ese momento su
atención se concentró en mirar a su acompañante. Era tan extraño...
Una vez que estudió sus singulares ademanes, miró en
derredor el pequeño pueblo en que estaban. Era muy pintoresco y veía a los
niños corriendo de allá para acá, a las mujeres con sus vestidos largos, muy
bonitos, a las muchachas de gran belleza. Diferentes oficios, por allá un
carpintero, de este lado un herrero, más hacia acá una panadería...Y todos
convivían con cierta paz, y eso lo hizo deprimirse al pensar que la tierra de
pronto se le hacía un lugar tan distinto y tan detestable...
Los árboles crecían entre las casas con libertad, las
calles estaban empedradas, podía verse a los pájaros deambular entre los
tejados, y los árboles más grandes rodeaban la ciudad, cubriendo en partes los
rayos del sol, haciendo que llegaran al piso en forma de delicadas líneas que
dejaban ver los fragmentos de polvo volando. Iori de algún modo comprendió que
todo eso era precisamente lo que Sigma amaba, y que aún y pese a sus renuencias
no iba a dejar que algo le sucediera a aquel mundo...que aquel caballero, de un
modo u otro lo defendería...aunque se tratara de un solo hombre.
Sigma caminó hacia donde pesadilla seguía durmiendo, y
le frotó un poco la cabeza. El dragón abrió los ojos y se incorporó como si
fuera un cachorro perezoso ; Yagami aún no se acostumbraba a acercársele
mucho. Aunque sabía ya que no era malo, no le gustaba. En cambio, a Pesadilla
parecía que Iori ni le iba ni le venía, porque todo su mundo se centraba en
aquel joven de pelo azul.
—¿Cómo durmió mi pequeñito ?—Sigma le hablaba
como si fuera un bebé, con grandes zalamerías, cosa que al parecer a Pesadilla
le encantaba. Iori pensó que era ridículo pues Sigma no tenía el porte para
hacer esas bufonadas, pero pensó también que quizá era parte de su carácter.
Luego reflexionó un poco y encontró que ese tipo de personas en la tierra le
enfadaban y le parecían estúpidas. Prefirió no decir nada y caminó hacia los
contentos acompañantes.
El caballero acariciaba la cabeza de Pesadilla con más
fuerza y le daba pequeños besos alrededor de los ojos y en la nariz. Yagami
hizo una mueca de fastidio.
—Está un poco modorro—comentó Sigma—. Tenía como siete
días sin dormir y cuando por fin lo hizo, no quiso levantarse.
—Eso a mí no me importa.
El joven caballero miró a Iori, sin ningún dejo de
reproche o molestia, simplemente extrañado del comentario.
—Ah—exclamó—Olvidé cómo eras de carácter. Lo siento,
procuraré ahorrarme estas muestras de cariño hacia mi dragón en presencia tuya.
Sólo bastó eso para que Iori se quedara clavado en el
suelo.
—Yo no...
—No te expliques. Creo que he comprendido mejor tu
carácter que tú el mío. Es difícil adaptarse. Además, sé que no te simpatiza
del todo mi 'hermanito'.
Yagami desvió la mirada.
—Bueno, creo que lo más conveniente ahora será
conseguirte ropa. Tú también luces algo extraño, si te vieras...—dijo riendo.
—Siempre ha sido mi estilo...—espetó Iori.
—Pero te ves...indefenso. Desvalido, como un niño
pequeño.
Iori abrió mucho los ojos, ofendido. Pero no dijo
nada. Imaginó que quizá así era, pues Sigma decía las cosas de modo directo,
sin medias tintas. En corto plazo, le enfadaban enormemente ese tipo de
personas, aunque él así fuera. Llegó a pensar en muchas ocasiones que todo era
producto de que los polos, si son iguales, se repelen. Por ejemplo Kyo era su
completo opuesto, siempre tenía tacto para decir las cosas. Él en cambio las
decía y ya. Pero en este extraño modelo mental, Sigma no era ni remotamente
cercano a él, y aún así le callaba la boca. Pensó que sería cosa de darle un
tiempo. Cuando se acostumbrara y agarrara confianza, enseguida le respondería
desarmándolo...aunque de momento no se atrevía. Conocer bien al rival para
luego liquidarlo...
Yagami comenzó a confundirse. Sus ideas siempre
desembocaban en ese tipo de aspectos violentos. Sacudió la cabeza y se acomodó
el flequillo.
—¿Sir Iori Yagami?
Iori se limitó a escuchar su nombre completo. Era como
en cámara lenta, mirando los labios gruesos de Sigma moviéndose, diciéndolo con
cuidado, como si fuera tan familiar...
—¿Eh ?
—No me escuchaste.
—¿Qué ?
—Te decía que conozco a alguien que vende prendas.
—Ah...
—Luego te envolviste en un trance. ¿sería acaso con
esa señorita llamada King ?...
—¡Eh !...—exclamó Yagami, abriendo los ojos,
consternado—, no, no yo pensaba...en otra cosa. No en ella.
Caray. No estaba pensando en ella y sí en un montón de
estupideces. Un momento. ¿Sigma no adivinó en esta ocasión en qué estaba
pensando ?. El joven de pelo azul empezó a caminar sin darle más
preámbulos a su protegido mientras que Iori lo siguió a paso rápido y firme.
—¡Oye, tú !
—Me llamo Sigma—dijo este, sin voltear a verlo.
—¡Sigma !—Cuando Iori pronunció su nombre, el
caballero sonrió, pero Yagami no lo notó porque iba a un paso detrás de él—En
esta ocasión no leíste nada en mis ojos.
—Ah. Creí que ibas a decirme algo más importante.
—No, no, esto es importante para mí. Un buen día de
pronto se te ocurre mirarme a los ojos y decirme casi la mitad de mi vida—Iori
lo agarró bien fuerte de un brazo, ¡qué duro estaba Sigma ! parecía hecho
de hierro. Y muy pesado. El joven se detuvo y lo miró con una mueca similar a
la de enfado...muy...muy ligera. Yagami lo miró decidido a que le
escuchara—Ahora, en un pensamiento tan simple como el que tuve, ni siquiera te
acercaste un poco.
—Traté de adivinar. Y no mientas.
—¿Qué ?
—Tus pensamientos no eran simples. Y te voy a decir
por qué. Cuando mencionaste a King anteriormente, los ojos te brillaban,
especialmente. Luego cuando mencionabas a Kyo había un brillo distinto, como de
los ojos que se abren a un verdad cierta, aunque con un dejo de niebla. Así
sucesivamente. En cambio hace unos segundos, tus ojos estaban totalmente
nublados. Y nadie puede ver nada a través de un humo espeso.
Sigma jaló el brazo, aunque Iori lo sostenía fuerte,
se soltó con suma facilidad.
—No me voy a meter en lo que no me importa, y en la
medida de lo posible te voy a solicitar que no me vuelvas a tocar de ese modo.
Yagami se quedó nuevamente fijo al suelo. Eso quería
decir que cuando recordaba todo su
entrenamiento...violencia...liquidar...ganar...destruir...su vista se le
nublaba, y entonces ni siquiera aquel peculiar joven se podía enterar de nada.
Justo como le sucedía a él, que nunca encontraba las respuestas oportunas a sus
propios sentimientos, a su pasado.
A las afueras del castillo, el extraño animal conocido
en el reino de Omega como Cuchillada, galopaba rugiendo impaciente alrededor
del lugar. Algunos hombres trataban de acercarse para calmarlo, pero la bestia
impedía cualquier intento de aproximación. El fuego que salía de sus patas
relumbraba y sacaba chispas alrededor, quemando porciones de pasto. Después de
varios intentos, nadie se le acercó. Rufus miraba las cosas desde un balcón
como a unos veinte metros de alto, y veía como Cuchillada iba y venía, como
gimiendo y lamentándose.
—Rufus...Rufus...—se escuchó un murmullo. Era el joven
Romeo, que estaba despertando y llamaba por la presencia de su tutor.
—Ya voy, mi señor Romeo—dijo el hombre, apresurando el
paso, trotando, y llegó hacia su príncipe, quien tenía a un lado a Kyo, que
también comenzó a despertarse—¿Cómo se siente ? ¿Cómo han amanecido sus
heridas ?
Los ojos negros como piedras preciosas de Romeo le
mostraron a Rufus un brillo alegre, aunque su rostro no sonreía en lo absoluto.
Kyo se incorporó, saludó a Rufus con un ademán y se paró a un lado de él.
—Me siento muy mal. Tengo mucha fiebre. Pero algo me
inquieta.
—¿Qué es mi señor ? Lo que sea, yo lo
solucionaré.
Romeo recargó el rostro y la cabeza en su almohada,
pero no se movió. Al parecer ya estaba cansado de estar boca abajo, pero no
podía moverse de posición si no quería lastimarse y sufrir un dolor espantoso.
Kyo miraba con suma atención y Rufus casi contenía el aliento para escuchar
cualquier cosa que su niño le pidiera.
—Está llorando. Cuchillada está llorando.
—Ese impertinente animal no lo deja descansar.
—No diga eso—murmuró Kyo—, déjelo terminar...
Rufus miró al insolente muchacho del sol en la frente
con descontento. Romeo levantó una mano y su expresión se suavizó.
—Está llorando. Es por mi culpa. Cree que estoy muerto
o que voy a morir. Creo que yo también lo pienso, pero él no merece sufrir.
—Han intentado calmarlo—agregó el señor—pero no lo han
logrado. Ese Cuchillada es una fiera indomable, desleal y molesta.
Ahora el que lo miraba enojado era Kyo.
—Nadie puede acercársele. Solo me acepta a mí...y aún
así le ha costado un inmenso trabajo. Me tiraba muy seguido, y parecía
disfrutar de ello aquel entonces... Te suplico que no lo molesten. En cuanto
pueda, yo trataré de asomarme para que me mire y se calme. Debe estar muy
preocupado.
—Usted no está en condiciones de caminar—dio Rufus,
con mucha razón, y Kusanagi aprobó ese comentario asintiendo con la cabeza,
mientras Romeo los miraba.
Kyo ya no quiso agregar nada y caminó hacia el balcón
que en el que había estado Rufus y se asomó, viendo al animal con más
detenimiento, observándolo bien.
Físicamente tenía todo el aspecto de un caballo, sin
embargo sus ojos no eran de un equino, sino eran parecidos a dos pantallas
blancas con ojos de forma más humana. Tenía cuernos, pero nada agraciados como
los de un unicornio [Kyo ya estaba plenamente seguro de que tales animales
existían en aquel mundo], eran como los de carnero y su crin superior era de
humo mientras de sus cascos, con forma de pezuñas hendidas, era rodeado por
fuego. La cola también era de fuego, y el mero hecho de que aquel animal
produjera llamas parecidas a las suyas le hizo tenerle cierto respeto. Era asombroso que Romeo no se quemara, al
igual que las cuerdas que Cuchillada ya arrastraba de los fallidos intentos de
someterlo. Él ni siquiera se había dado cuenta de que el animal era así, no lo
había observado, estaba muy confundido al llegar...
Lo miró con pesar, mientras Cuchillada se lamentaba y
Romeo yacía en su cama.
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